lunes, 16 de abril de 2007

El olor de la primavera


Ayer fue un día bonito, precioso, de esos que atesoras, con momentos irrepetibles. La primavera se deja ver por estas frías tierras, y ha venido con una ola de calor. Decidida a seguir el consejo del sabio Miguel (tu frase últimamente es: "Pero que cocido estoy!", jeje), esperé a tener ganas. Las últimas semanas están siendo cada vez peores en lo que respecta al proyecto. Me cuesta concentrarme, estoy muy cansada al llegar de trabajar, los fines de semana me deprimo porque me los paso encerrada sin ver a nadie, discuto con mi compañera, veo que me han tocado los peores capítulos, ... El fin de semana pasado me lo pasé llorando de impotencia, no entendía nada de un capítulo que me había tocado, estaba agotada, necesitaba ver seres humanos, y para colmo discutí contigo. Y ha pasado toda la semana, toda la semana para tener una conversación lo más cabal posible sobre nosotros y esto en lo que andamos juntos, esto que no tiene ni nombre, que nadie sabe lo que es, esto, que yo llamo "barco".

Afortunadamente suelo ser una persona cabal (quién diría esto a veces) y con el transcurso de la semana se me fue pasando el enorme estrés emocional y físico que tenía encima. Dejé de pasear de modo frenético por mi habitación, y de llamar a mis amigos buscando consuelo, de mirar todo el rato el messenger con la esperanza de poder ver a alguien con quien hablar y de pasarme las horas delante del ordenador sin poder avanzar. Mi ánimo mejoró, empecé a relativizar las cosas, me relajé y todo fue a mejor. Gracias tengo que dar a los amigos que estuvieron a mi lado: Reza y Christian sobre todo. Gracias a los jocosos comentarios de Reza, siempre queriendo sacar de ti verdades sobre lo nuestro, poniéndote en evidencia (lo de la silla fue lo más de lo más). Y gracias a Christian, por velar por los dos, pero sobre todo por mí. Gracias a tus amigos, que se han convertido también en los míos, y quieren lo mejor para mí.

El jueves Christian se fue para pasar tres semanas en su tierra. Un par de conversaciones, la última de ellas en el aeropuerto de mañanita, deseándome que estuviera lo mejor posible en su ausencia.

Y finalmente llegó el día que pudimos hablar, casi una semana después de la discusión, conversación, cambio de pareceres o como quiera que se llame. Mi punto de partida: que estoy cansada de que cuando tienes esas dudas y quieres estar solo no eres claro conmigo; segundo punto: parece que sólo a mi me importa esto, que sólo yo tengo interés por que nos veamos, pero que realmente sólo quedamos cuando tú quieres.

Lo que empezó como una conversación un poco tensa en el restaurante chino (yo ya no sabía si atenderte a ti o a los palillos) terminó como casi todas nuestras conversaciones, con risas, caricias y compresión. Al menos estabas receptivo y querías entenderme. Me he explicado lo mejor que he podido y creo que he llegado hasta ti. Hubo muchos temas serios, pero al final creo que ha salido bien. Se planteó si debíamos seguir juntos o no en el "barco". Pero ninguno de los dos quería abandonarlo, aunque tu cabeza siga por momentos dividida, presa de algo que no es ni nunca fue real. Un engaño, un juego, una mala jugada del destino? Nadie lo sabe. Tan solo necesitas tiempo para aceptar tu vida aquí, para querer ver que aún te quedan sueños, y que no todos se te han roto por el camino. Porque el tiempo y la vida nos hacen sabios, y nos ayudan a ver que muchas veces los sueños no los vemos como deberíamos, aparecen con un disfraz, y que sólo con el tiempo aprendemos a ver su verdadera apariencia, y es cuando nos damos cuenta de que quizá no están tan lejos como pensábamos.

Dos días después, el domingo por la mañana, seguí el consejo del sabio Miguel, y aprovechando esta primavera repentina (casi verano, por favor, que había 28 grados) a las 12 de la mañana me puse un pantalón pirata, una camiseta de tiras, chanclas y cogí la bici para disfrutar del sol. Me fui al centro, saqué dinero, pasé por casa de Reza (no estaba, normal, con el día que hacía...) y luego me fui a la zona del castillo, el césped, los patos, los cisnes. Era una gozada ver a todos los belgas tirados en el cesped en bañador, sonrientes, relajados. Descubrí zonas nuevas, bonitas, y a la 13:30 volví a mi casa, con fuerzas renovadas y ... ganas de trabajar. Gracias Miguel!

A última hora, cuando volviste de escalar, me dijiste si quería dar un paseo, tomar un helado, conversar. Y aprovechando que la noche estaba esplendorosa, y tú y yo también, allá nos fuimos, a perdernos por las calles apenas transitadas de Lovaina. Lo que tuve de ti en esos momentos superó con creces lo que podía esperar en este momento. No sé si no quise creérmelo o me dio miedo el paso que me pareció que diste/dimos, pero esa noche me invadió un sentimiento de irrealidad, de cuento, de algo inalcanzable, mágico, irrepetible. Es posible que me dé miedo el creer que después de todo, no estás perdido, y puede evolucionar este "barco". Y eso lo pude vislumbrar ayer por la noche, en que parecía que eras mío sin reservas, sin miedos, sin dudas. Con la sonrisa siempre puesta, cariñoso, cogiéndome de la mano una y otra vez. Ayer vi algo que no había visto hasta entonces en ti, y me dio miedo. Porque, quién no tiene miedo al cambio?

Ayer vi que "esto" era posible, que mi sueño podía dejar de ser fantasía; vi "realidad", vi que realmente quieres intentarlo, renunciando a muchos de tus fallos, reconociendo tus defectos, queriendo mejorar, adaptarte.

Ayer vi una nueva dimensión de ti, en el aire quieto y mágico de esta primavera floreciente, en las motitas de polen que brillan en el aire, en las flores que coronan los árboles. Ayer el olor de la primavera me trajo tu olor. Ayer vi que uno más de mis sueños podía hacerse realidad (voy a tener que tener cuidado con lo que deseo, porque llevo una rachaaa).

Tengo mucho trabajo, y poco tiempo, pero escribo esto por lo mismo que Antoine de Saint-Exupèry:

"Transcurrieron ya seis años que mi hombrecito se marchó con su cordero. Intento describirlo aquí sencillamente para no olvidarlo. Es triste olvidar a un amigo. No todos han tenido esta oportunidad. Podría transformarme en persona grande e interesarme sólo por las cifras. Es por ello que me he comprado una caja de lápices de colores. A mi edad, es penoso retomar el dibujo, cuando sólo se hicieron algunos esbozos de boas cerradas y abiertas a la edad de seis años. Intentaré hacer la reproducción de los dibujos, lo más parecidos posible. Dudo tener éxito pues un retrato va, y el otro no se parece más. Cometo errores en la talla. Es aquí el principito demasiado alto; allá algo pequeño. Se me desdibuja por instantes el color de su vestido. Voy ensayando de una forma u otra a fin de lograr el retrato más próximo a él. Habrán de perdonar mis imperfecciones. Mi amigo jamás daba explicaciones. Tal vez me creía parecido a él; aunque yo lamentablemente, no poseo la cualidad de ver corderos a través de una caja. Me pareceré quizá a las personas grandes. Indudablemente, debo haber envejecido".

Los momentos mágicos son únicos, y es una pena que se pierdan en la laguna del olvido, por eso el escribirlos es una manera de hacer que perduren en el tiempo. Porque esas sensaciones quedan congeladas y se pueden revivir cada vez que se lee lo escrito.

Besos a todos, hoy me siento bien

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